sábado, 1 de diciembre de 2012

El tesoro del guacacayo (primeros capítulos)


Por Leonardo Ortiz
Todos los derechos reservados



I. Mi profesor es de Plutón.

¿Alguna vez has tenido la sensación de que tu profesor viene de otro planeta?

A mí me pasa todo el tiempo. La primera vez sucedió cuando cursaba el grado

tercero. Desde que entró al salón, el profesor Hugo me pareció muy extraño.

Llegó a clase de sociales sosteniendo un poster que ilustraba el sistema solar.

Pensé que tal vez extrañaba su hogar y quería darnos pistas de su procedencia.

Cuando nos pidió elaborar con plastilina los planetas y sus satélites, me esmeré

arreglando cada detalle. Los adornos difíciles como los anillos de Saturno y

las líneas de traslación, las hizo mi mamá con hilo de coser. Mi trabajo quedó

perfecto. -Al profesor le encantará- pensé maravillado. Esperé a que todos mis

compañeros lo entregaran y me acerqué al escritorio con paso lento y firme.

El profesor se levantó al ver mi tarea. Debía medir dos metros de estatura.

Era delgado y un poco encorvado como los abuelos, pero su cara lucía joven.

Tal vez usaba una piel humana que no encajaba con su edad. Me miró a los

ojos desde la altura y preguntó: -¿lo hizo usted solo?- -No señor, mi mamá

me ayudó a pegar el hilo- contesté. –Muy bien. Siéntese- ordenó mientras

miraba con cierta melancolía el último planeta. Entonces comprendí que mi

profesor venía de Plutón y por ser tan lejano del sol, sus habitantes eran fríos

y poco expresivos, como él, que nunca sonreía. El año siguiente estuvo lleno de

profesores extraños. La licenciada Mariela parecía de Neptuno, el profesor de

educación física, de Urano, y Mister Abad, por ser tan bajito, seguro que venía

de Fobos, una de las lunas de Marte.

Sin embargo, yo no soy el único que cree que la gente es extraña. Un día los

profesores empezaron a observarme como si yo fuera el extraterrestre. Le

decían a mi madre que debía hacerme ver de un especialista, que yo estaba

enfermo. ¿Enfermo? ¿Yo? ¿De qué? Si la gripa se había esfumado varios meses

atrás. Después de una revisión aburrida, el psicólogo dictaminó que yo sufría de

TDAH, un problema de concentración que causaba bajo rendimiento académico

y malos resultados en mis exámenes. Solo obtenía buenas calificaciones en los

trabajos artísticos. Yo me sentí desubicado. Tal vez todo era un montaje para

hacerme pasar por anormal frente a las demás personas en caso tal de que yo

revelara la verdadera identidad de los profesores. Así que intenté dejar de

pensar en cosas anormales mientras estaba en clases. Ya no podía imaginar

al zorrillo dentro del estomago del profesor de matemáticas que le causaba

mal aliento, o a la profesora Gertrudis cantando opera con su voz estrepitosa.

Ahora debía tener los ojos y los oídos bien abiertos. Debo admitir que no lo

logré. Al contrario, mi madre creyó que me había pintado anemia porque me

dormía en las clases y comenzó a darme vitaminas y menjurjes. Fue un periodo

de constantes visitas al psicorientador de mi escuela, de terapias y de burla de

Pero no estuvo tan mal, después de todo. Si no hubiera sido por mi problema de

atención, hoy no estaría contándoles esta historia. Ay ¡qué vergüenza!, comencé

el relato sin haberme presentado. Mi nombre es Oscar Augusto Nieto. Soy de

Neiva, una ciudad bastante caliente al sur de Colombia que por suerte cuenta

con tres ríos que la refrescan en los meses de agosto y septiembre, época en

la que el calor se hace más insoportable. En un libro que la alcaldía donó a la

biblioteca de mi escuela en el año 2005, encontré que el número de habitantes

de Neiva en ese entonces era de 352.859 personas, y haciendo cuentas, a

mis 9 años yo conocía tan sólo a los últimos 59. Entre ellos se destacaban mis

padres, mis tres hermanas, mis abuelos paternos, mis tíos y primos por parte

de mamá, el señor que vende mazamorra en una gran olla que carga amarrada a

su motocicleta; doña Mariela, la tendera a quien se le salta el mal genio cuando

los clientes van a fiar; los vecinos de mi cuadra y claro, mis compañeros de

Nunca antes había tenido la posibilidad de salir de mi ciudad. No conocía más

allá del rio Fortalecillas, hacia el norte, donde íbamos algunos domingos a

bañarnos en familia. Cuando pasábamos frente al caserío que lleva el mismo

nombre, mis hermanas rogaban por una bolsa de biscochos de achira, de esos

que parecen deditos de enano, preparados en los hornos de barro detrás de las

casas. Pero mi padre nunca accedía a comprar siquiera una tira. Yo no perdía el

tiempo en súplicas ni pataletas. Calladito, minutos antes de que el micro bus

cruzara por las fábricas de biscochos, vaciaba mis pulmones hasta dejarlos

como un neumático pinchado, y justo cuando pasábamos frente a uno de los

hornos, respiraba profundamente disfrutando cada hilo del aroma en el aire,

hasta que mi cuerpo se hinchaba tanto que los ojos se me brotaban y los

botones de mi camisa salían disparados. Hacia el sur, tampoco había llegado

muy lejos. La distancia más larga la recorrí una mañana de mercado en la

central de abastos de Neiva: Surabastos, después de que mi padre se ganara

una fortuna jugando al chance. Fue tanto el dinero, que nos alcanzó para

comprar dos semanas de comida y hasta sobró para cancelar la deuda que

teníamos con doña Mariela. Fuera de eso, nunca antes había salido de mi tierra,

y menos de la manera como sucedió aquella tarde, la tarde en que mi vida dio

tres volteretas en el aire.

II. La reunión misteriosa.

Óleo sobre lienzo. De Carlos Naranjo.

El 20 de septiembre fue un día caluroso. A las dos de la tarde el sol brillaba

tan fuerte que los ventiladores viejos que colgaban del techo soplaban vapor en

lugar de aire. La coordinadora de la escuela comunicó durante la formación que

cada hora los estudiantes debían pasar a los bebederos a mojarse las cabezas

para evitar un desmayo. La medida fue aceptada con un gran aplauso, pues a

todos nos encantaba usar los bebederos como campo de batalla acuática contra

los niños de otros salones. –Pueden salir al bebedero- susurró el profesor

Hugo, mientras calificaba un examen de geografía, en el cual, (me sonrojo al

decirlo) hice copia. La noche anterior no quise estudiar por ver una película de

Jackie Chan desde la ventana de mis vecinos, los únicos que tienen TV cable

en la cuadra. –Usted quédese aquí, joven- agregó el profesor con una voz de

terror que hizo eco en mis oídos. – ¡Me descubrieron! - pensé acobardado. Era

la primera vez que hacía copia en un examen y el sentimiento de culpa me puso

la piel de gallina. – ¡Perdóneme por favor!, tuve que hacerlo porque mi mamá

me pega si llego a perder el año- exclamé. – ¿De qué habla niño?- preguntó el

profesor extrañado. –Usted como siempre con sus chifladuras. Por eso lo voy

a enviar con esta gente, a ver si a ellos también los va enloquecer-. Me pasó

un documento en el que había dibujada una estatua de piedra con ojos, nariz y

colmillos grandes, junto a un árbol que el viento deshojaba.

Feliz por haberme salvado de un severo castigo, pues en mi casa el cable de

la plancha es también el instrumento de escarmiento, me dirigí a rectoría

a hacer firmar el permiso de salida. La rectora me miró dudosa y dijo: –

Lo enviamos a usted no por buen rendimiento académico, sino para darle la

oportunidad de que aprenda algo ya que en el salón de clases no ha querido.

Usted es muy inteligente mijito, eso lo sabemos, así que por favor, aproveche,

y no haga quedar mal la institución.- Con el pase de salida listo, sólo faltaba el

consentimiento de mis padres para poder ir a una reunión misteriosa a la que

al parecer, me enviaban para descansar de mí en la escuela. No hubo problema

en casa, excepto por los dos mil pesos que mi padre debía aportar para mi

transporte. A regañadientes tuve que sacarlos de mi alcancía. Para evitar

romperla, introduje un cuchillo de mesa por la ranura y sacudí cuidadosamente

hasta que las monedas se colocaron en posición correcta y se deslizaron por el

A la mañana siguiente, después del descanso, mi hermana mayor me recogió en

su bicicleta. Me acompañó hasta el paradero y me hizo subir a un micro bus que

daba muchas vueltas antes de llegar al centro de convenciones de Neiva, lugar

de mi desembarco. Al llegar, entré al edificio de la biblioteca departamental.

Me asomé por una puerta admirado de ver tantos libros en un solo recinto.

Nada comparada con la biblioteca de mi escuela, que apenas es un cuartico con

libros amontonados y empolvados. Cuando el bibliotecario movió sus bigotes

preguntando -¿Va a entrar o se va a quedar ahí bloqueando la puerta?- corrí

espantado. Subí las escaleras y caminé los pasillos del tercer piso hasta

encontrar un grupo de niños de diferentes escuelas, ingresando a un salón de

arte contemporáneo, o por lo menos, así decía el rótulo en la entrada.

Me acomodé en una de las sillas que había alrededor de un proyector que

apuntaba hacia la pared. -Buenos días niños- pronunció una voz dulce entre un

grupo de padres de familia. Estos se dispersaron y la dueña de la voz quedó

frente a mí con una sonrisa igual de transparente a sus anteojos. Como deben

estarse imaginando, creí que ella venía de otro planeta. Inmediatamente se

acercaron dos mujeres más, tan extrañas como la primera. –No son de ningún

planeta conocido, vienen de otra galaxia- pensé. Al comienzo no escuché lo que

decían, ya que me encontraba hablando conmigo mismo. Después me enteré de

que eran practicantes de una universidad de la capital, Bogotá, y que habían

escogido veinte niños de las diferentes escuelas de Neiva para realizar un viaje

educativo a San Agustín. Me arrepentí tanto de no haber prestado atención en

mi clase de geografía, pues habría sabido la ubicación de ese lugar y las habría

impresionado cuando me preguntaron. Dijeron también que eran artistas y

¡vaya que sí lo parecían! El cabello por ejemplo, de la profesora Laura (la mujer

con gafas que nos saludó primero) era toda una obra de arte. Usaba shorts y

tenía sus piernas blancas totalmente picadas por los mosquitos. En medio de

la reunión, esperé el momento preciso para aconsejarle que se untara saliva

en las ronchitas, así como hace mi mamá cuando los zancudos la atacan en

Violeta era el nombre de la segunda profesora. -Cuando sea grande y tenga una

hija, también la llamaré igual que un color- pensé mientras nos explicaba los

motivos del viaje. Su nombre hacía juego con la blusa de estrellitas que llevaba,

y sus aretes parecían dos bolas de espejos, de esas que giran y brillan en medio

de las fiestas. No podía llamarse de otra forma, parecía una vampira de las

inofensivas, algo así como una vampira vegetariana. La última profesora, Ingrid

Liliana, usaba una falda muy larga y ancha. Tengo la leve sospecha de que más

bien era una alfombra voladora comprada a algún viejito persa. Portaba collar

de semillas y un reloj armable con los colores de la bandera de Colombia. Ella

nos habló de las fechas del viaje y de lo importante que era conocer nuestra

cultura. Decía las cosas con seriedad y diplomacia; daba la sensación de estar

escuchando a la reina de los elfos. Las tres profesoras eran muy bonitas, pero

esperen, no vayan a pensar mal, yo ya tengo novia en la escuela, se llama Daniela

y siempre me coge de la mano cuando cruzamos la avenida.

La reunión duró dos horas y luego nos despacharon con el compromiso de que

investigáramos sobre San Agustín antes del viaje. En el micro bus de regreso

a casa tuve muchas ideas en la cabeza. Imaginé las aventuras que iba a vivir,

los lugares que iba a explorar, las cosas que iba a conocer, los manjares que me

esperaban, inclusive pensé con quién compartiría asiento en el bus de viaje. En

la noche, mirando la telaraña en el tejado, sentí un fuerte dolor en el pecho, de

esos a los que las abuelas llaman un mal presagio, pero no le presté atención.

Era el presagio del terrible embrollo en el que me metería una vez llegara a San


III. ¿La ciudad de los muertos?

Decidí volver a la biblioteca departamental para indagar sobre San Agustín.

En esta ocasión fue más sencillo sacar las monedas de mi alcancía. Cuando

uno adquiere habilidad en algo, ya no se explica cómo fue tan difícil hacerlo

la primera vez. -Es sólo cuestión de práctica-, dicen los adultos, aunque en

ocasiones eso no funciona. Hay cosas para las que uno nunca será bueno y

así lo intente varias veces, no podrá lograrlo. Yo por ejemplo, no soy bueno

para jugar canicas, siempre me las ganan en el chicho. Mi papá una vez me vio

llorando después de una partida y me dijo que lo volviera a intentar, que todo

estaba en la mente, que si yo quería lo alcanzaría, que me visualizara ganador

para que la suerte estuviera de mi lado. Me levanté valiente y resuelto, apunté

con seguridad cerrando el ojo izquierdo y lancé la canica con fuerza. Perdí de

nuevo. Mi padre jamás volvió a obligarme a hacer cosas para las que no tuviera

vocación, en cambio me compró un trompo, me enseñó a bailarlo y ahí sí que

aprendí varios de trucos.

El señor de bigotes grises en la biblioteca descubrió mi afición por los trompos

cuando vio la piola que descolgaba del bolsillo de mi pantalón. No todos los

adultos son igual de detallistas, debe ser que su hijo también carga el trompo

para todas partes. Antes de que yo pronunciara palabra alguna, el bibliotecario

señaló un pasillo de libros y dijo con su voz regañona: -Allá en la sección infantil

encontrará un libro donde enseñan a hacer figuras con trompos-. Yo respondí

que quería investigar sobre San Agustín, a lo que se mostró interesado. – ¿Es

para una tarea?- preguntó. -No señor, es para un viaje que tengo- contesté.

–Vea pues, muy pocos niños investigan hoy en día sobre eso. Por aquí tengo

algunos libros pero no son infantiles-.

-No importa, estoy terminando el

grado quinto y el otro año empezaré la secundaria, así que ya puedo leer

cosas escritas para grandes- Respondí con una seriedad que el señor encontró

Empecé a ojear los libros en los estantes y mi cerebro se enredó como un plato

de espaguetis, primero, porque encontré que a San Agustín se le consideraba

una necrópolis y yo no tenía la mínima idea de lo que eso significaba. Busqué en

el diccionario y esto fue lo que encontré: “Necrópolis. Del griego. Ciudad de

los muertos. Cementerio de gran extensión, en que abundan los monumentos

fúnebres.” ¿Qué? ¿Tanta emoción para ver un lugar lleno de tumbas? Ahora el

viaje me parecía aburrido y había que volverlo interesante. Mientras miraba

las fotos de unas estatuas similares a las pintadas en el permiso que me pasó

el profesor Hugo, planeé buscar durante el recorrido algún hueso de esqueleto

para asustar a mis compañeros o ponerme en la noche una sábana sobre la

cabeza y recorrer los pasillos del hotel.

Luego, me enredé un poco más al toparme con otro libro, escrito por un señor

llamado Elías Falla Duque, quien se parecía a mí en su fascinación por los seres

de otro planeta. En su libro explicaba cómo San Agustín era una creación de los

extraterrestres, dejado como mensaje sobre los inicios de la humanidad. Era

el único libro diferente, los demás explicaban que San Agustín era el rastro de

una civilización de aborígenes que existió hace miles de años en las montañas

del Huila. Entonces, ¿en cuál versión creer? Debía ser paciente y esperar el

día del viaje para descubrirlo con mis propios ojos. Salí de la biblioteca con la

cabeza llena de nudos pero muy satisfecho porque por lo menos, ahora sí podría

contestarles a las profesoras cuando me preguntaran lo que había investigado.

Por fin llegó el día esperado. Es asombroso cómo a uno se le quita el sueño por

la emoción de hacer algo. Antes, yo estudiaba en la jornada de la mañana y

debido a que siempre llegaba tarde a la escuela, primero mis compañeros se

cansaron de cantarme la canción “Se le pegó la cobija, se le pegó la cobija...”

que yo me acostumbrara a levantarme temprano. Cada mañana era un lio y mi

mamá decidió solucionarlo de raíz pasándome para la jornada de la tarde. Para

el viaje sucedió todo lo contrario. La noche anterior me acosté tardísimo dando

vueltas por la casa buscando el par correcto de calcetines, el saco para el frío

y la mejor ropa que tenía. Empaqué el cepillo de dientes, el tarrito de gel y

obviamente mi trompo con una piola de repuesto por si las moscas. –Acuéstese

ya que mañana va a ser un problema para levantarlo- dijo mi papá desde la

silla mecedora. Me fui para la cama y duré despierto otro largo rato en la

oscuridad, escuchando el ronquido de mi madre en el otro cuarto y la voz de

mi hermana que hablaba dormida en la cama del lado. Increíblemente desperté

antes que mis padres a la madrugada, no quería que el bus me dejara botado.

Mi padre me acompañó hasta el terminal y habló con las profesoras para saber

detalles del regreso. Estaríamos todo el sábado, dormiríamos en unas cabañas

y el domingo regresaríamos en la noche.


< El primer capítulo de este libro de cuentos fue leído en la Muestra de Procesos Dobleyo,  2012>

lunes, 5 de noviembre de 2012

San Agustín no es solamente ésto

por Frey Alejandro Español Rairàn


El pasado sábado 27 y domingo 28 de octubre el Laboratorio DobleYo se dividió, un grupo fue a San Agustín a continuar o en algunos casos a concluir con su trabajo allí, en el parque arqueológico y áreas de influencia y otro grupo fuimos a Neiva, al edificio de artes de la Universidad Surcolombiana. Sobre esta experiencia me gustaría señalar tres aspectos que me parecen importantes para continuar con la reflexión sobre los procesos de creación al interior del Laboratorio: 1) la falta de compromiso de algunos creadores con sus propias propuestas, y más aún, con la responsabilidad que estas reportan, 2) el estigma de terrorismo que pesa sobre las acciones que se realizan en un contexto institucional, y 3)  La radicalidad o flexibilidad en el carácter político que tienen las obras.


1

En Neiva nos encontramos algunos creadores y como parte de un taller de dibujo e intervención a espacios públicos, el artista Danilo Hurtado recordaba como en diferentes lugares del municipio de San Agustín había letreros que mostraban, por ejemplo una iglesia, un paisaje del estrecho del magdalena y decían “San Agustín no es solamente esto”, haciendo referencia a la diversidad cultural y de “planes” como la principal riqueza de la región.  Esto de la riqueza por la diversidad me hace pensar en los procesos de creación hiperdiversos donde, por ejemplo, un artista, un día propone hacer un taller con una comunidad y al día siguiente procede a invitar a  integrantes de dicha comunidad a participar de su propuesta y cuando llega el gran día en el que va a llevar a cabo su propuesta, se disculpa y simplemente emprende un nuevo proyecto creativo. No sabemos si la expectativa sobre un nuevo proyecto logrará sobreponerse a la desilusión de un proyecto emprendido y abandonado, pero más allá de esta desilusión que sobre todo es individual, esta la falta de ética en un proceso creativo; en este punto recuerdo que desde el colegio una querida profesora de dibujo me repetía que era el creador el que tenía que cargar con una gran responsabilidad, ya que lo que detone su creación en un hipotético espectador, es su valía, pero también es su culpa. 


































En un proceso colectivo como es el laboratorio, y como es, en mi opinión, todo proceso creativo, es necesario depositar una confianza en el otro como creador. Es como una apuesta a lo desconocido, en esa medida si algún integrante de nuestro laboratorio emprende una rica diversidad de propuestas, pero no procede con ninguna, más que una simple desilusión individual, es una derrota colectiva. Afortunadamente, así como ha habido propuestas que quedan en el aire hay también quien las combina, las amarra a otras propuestas y dicha derrota se mitiga, por ejemplo, el taller propuesto por Edison Garzón para el municipio de San Agustín, a pesar de que no se pudo realizar, éste fue parcialmente reemplazado por el taller propuesto por Leonardo Ortiz, quien tomó elementos de la propuesta de Garzón y las incorporó a su propuesta, con el fin de responder a la expectativa generada.


























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En San Agustín el artista Ramiro Losada realizó continuo con una acción que había iniciado desde que salió de Neiva en su moto. Colocar letreros de “SE VENDE” y con megáfono en mano, promocionar la hipotética transacción de venta del territorio, del paisaje, y al llegar a San Agustín la venta también del patrimonio.

Esta acción es muy controvertida y puede verse desde varios puntos de vista, no obstante quiero referirme a la reacción de los guardas y administrador del parque, que interrumpieron la acción, se comunicaron con sus superiores hasta que en menos de dos horas, la acción estaba siendo censurada por el director del ICANH, quien amenazó con interponer una demanda si el registro fotográfico de la acción se divulgaba en redes sociales. Por supuesto que a primera vista esta acción puede entenderse como un ataque a la institución ICANH, no obstante, esto de entender una propuesta de un artista con un primer vistazo y más aún sin verlo, solo con lo que te cuentan por teléfono es complicado y puede, como en este caso, dar lugar a malentendidos.

Antes de intentar un análisis más profundo de la obra de Losada me gustaría señalar un tema, como lo importante no fue la obra, que fue una acción de larga duración y que en el parque arqueológico duró solamente algunos minutos, lo importante es que NO se podía seguir “disparando” con la cámara y todo esto por la preocupación de ¿qué se va a hacer con estos registros?

Retomo esa imagen evocada por Danilo Hurtado “San Agustín no es solamente ésto” y pienso que esa aparente diversidad y riqueza esconde prejuicios que obligan a las instituciones como el ICANH, que promueven el cuidado del patrimonio y la cultura a censurar otra forma de cultura que a pesar de buscar lo mismo, el cuidado y la valoración del patrimonio, no sintonice formalmente con sus políticas.

Finalmente debo aclarar que de este prejuicio, no se pasó más allá de un simple mal entendido y que como escribió Violeta Ospina en comunicación aclaratoria de la situación enviada al ICANH la reacción de las autoridades del Parque se centró en la captura de imágenes durante la acción, porque en vez de ver esta como un simulacro, la vieron como una simulación autorizada por el Parque. Sin embargo, es debido citar que nunca existió una simulación de venta del patrimonio, de forma que no fueron convocadas en ningún caso audiencias de posibles compradores y el artista no estaba investido de ningún poder de venta real. Hay que aclarar la diferencia entre simulacro y simulación que pueden darse durante un acto performativo. La simulación de una acción dispone que exista un ejercicio de poder, es decir, que al recinto hubiesen sido convocados terratenientes, hacendados o incluso posibles compradores reales, este escenario habría investido de un poder, no otorgado, a Ramiro, sobre los bienes públicos de la nación. La simulación es hiperrealista, el simulacro es una capa de realidad que revela las tensiones, las fuerzas de lo real. El simulacro, al contrario de la simulación, permite hacer visibles los poderes en juego, pero no antepone un poder, sino que dispone el terreno donde lo real se manifiesta y así mismo es por su naturaleza, cae o se esfuma.”
























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Según entiendo la obra de Ramiro criticaba la venta del territorio para la realización de proyectos que atentan contra el medio ambiente, por ejemplo la represa del Quimbo, pero también la obra apunta a criticar las políticas de traslado de piezas arqueológicas del Huila a Bogotá, como se señala en la Hoja de ruta del ICANH 2012.

En este último punto me gustaría señalar como propuestas como la de Losada, surgidas desde el campo del arte, obviamente cuentan con un carácter político, en algunos casos señalando directamente problemas y situaciones, poner puntos de reflexión sobre hechos sociales, etc. Es decir lo importante es generar discusiones que permitan visibilizar e incluso movilizar diferentes actores  y agentes culturales partícipes del campo.

lunes, 22 de octubre de 2012

Pasar al margen, entrevista con Danilo Hurtado


En el viaje que realizamos algunos integrantes del Laboratorio DobleYo el pasado sábado 13 de octubre en la madrugada, entre Neiva y San Agustín, encontramos a las afueras de Neiva, la autopista que conduce al sur del Departamento parcialmente cerrada por grandes piedras, troncos, escombros, restos de fogatas y llantas. Estos eran restos de lo que ya algunos integrantes del Laboratorio habian advertido, el Movimiento Social Campesino, que se manifestó en contra del abandono en cuanto a políticas gubernamentales para infraestructura, vias, precios y suministro de gasolina, manejo de tierras, reservas ambientales y reforma agraria. 
Para nadie es un secreto, mas bien es una rutina saber de paros, bloqueos y manifestaciones de diferentes grupos sociales y comunidades en nuestro país. Lo que si me parecío singular, fue que la preocupación del Laboratorio era poder pasar al margen, poder saltar este incidente y llegar a San Agustín para allí realizar el trabajo propuesto. 
Como líder del proceso del Laboratorio para esta jornada, me preocupé por cumplir con el itinerario y los objetivos propuestos en esta salida, no obstante, el hecho de haber pasado rápidito y apenas mirando de reojo aquella movilización social me mantuvo en suspenso durante todo el resto del proceso en San Agustín; sobre todo teniendo en cuenta las pretenciones de intervención social de algunas de las propuestas del propio Laboratorio. 
Aquella incertidumbre se materializó cuando al medio día del mismo sábado, ya cuando estabamos visitando la Casa de la Cultura de San Agustín, llegó Danilo Hurtado, integrante del Laboratorio, estudiante de Licenciatura en Artes de la USCO, quien me contó que había llegado tarde porque estaba, desde el día anterior, registrando el proceso de movilizaciòn del Movimiento Campesino a las afueras de Neiva. 
Despues del domingo 14 octubre admití con cierta tristeza que en cierto modo, nuestro Laboratorio había sido derrotado, ya que esa propuesta de “estar a la escucha del otro” había sido efectiva solo al interior del grupo conformado incialmente y que muchos de nosotros todavía no estabamos a la escucha de un otro ajeno a nuestras indagaciones, en este caso un grupo de campesinos que se manifestó de forma visible, bloqueando una autopista con música, pancartas y al parecer, tambien con violencia. 
No obstante, me alegra compartir con ustedes parte del trabajo de Danilo Hurtado, acompañado de una pequeña entrevista que formulé al artista via correo eléctrónico, y que él respondío, en sus propias palabras, como “una encuesta”, y que espero nos proponga un llamado a la reflexión sobre el papel de los creadores en relación a las dinámicas de nuestro propio contexto social y cultural.  





































Frey:Danilo, ¿cómo surgío su interés por documentar o registrar este movimiento social en el Huila?”
Danilo: “Mi interés surgió solo por mostrar un registro fotográfico a favor de los campesinos, mostrar ese acontecimiento, esa protesta  popular, en la cual están sometidos por los altos mandos que manipulan los medios de comunicación. Es mostrar la otra cara de la situación, en donde existe esa represión contra el pueblo y para eso debía estar con ellos cerca de ellos en su lucha y no afuera, las mejores fotos se consiguen estando cerca.”     

Frey: “¿cómo se enteró de las reuniones y las fechas y lugares de las protestas?”
Danilo: “Desde unos días atrás del acontecimiento  los medios de comunicación locales informaron sobre el paro campesino que se estaba presentado en el Huila y que un grupo de ellos se encontraba a las afueras de Neiva, en la cual sentí que mi presencia como fotógrafo debía estar allí  para tomar algunos  registro fotográficos y mostrar  esa problemática  social que nos incumbe a todos. Como en todo, en una protesta siempre tiene que ejercer una presión para que el gobierno y los medios de comunicación presten atención a lo que se está ejerciendo y así  pedir y exigir lo que se está presentando a los campesinos. La universidad pública está a favor del  movimiento campesino junto con la marcha patriótica en la cual se tomaron  los días  8 al 12 de octubre días de la dignidad. Me entere de ese evento en la universidad  y decidí acompañarlos como fotógrafo.”

Frey: “Danilo, ¿cree que el tema ha sido cubierto por medios de comunicación de forma adecuada?; ¿qué opinión tiene del cubrimiento de medios sobre este movimiento social?“
Danilo: “Yo creo que en este pueblo los medios de comunicación no muestran todo lo que pasa en un evento como este, dicen que en Colombia hay libertad de prensa, pero yo no lo veo ni en RCN ni en Caracol, esas canales líderes en Colombia transmite las cosas que le convienen al gobierno, envenenando al pueblo haciendo creer que los campesinos, estudiantes, los obreros son terroristas. No muestran los actos brutales de los señores del ESMAD ejerciendo la fuerza  con armas “no letales”  haciendo daño a la integridad física de las personas que están dentro de una protesta, peligrando  la muerte de algunos de los protestantes.”

Frey: “¿cuál cree que puede ser la postura de artistas y creadores del Huila frente a este tipo de movimientos sociales locales y nacionales?”
Danilo: “Asi como artista y como individuo que soy me vería en la obligación y más que una obligación, un gusto de mostrar estos eventos, utilizando el arte para dar a conocer esta problemática que nos incumbe a todos. Yo creo que  los artistas y creadores  del Huila  deben apoyar a nuestro pueblo mostrando la problemática con nuestras creaciones para concientizar a la gente y decirles de una manera indirecta las problemáticas de nuestro pueblo (que si no hacemos nada…… nos quedamos en la nada).”

Frey: “Danilo, ¿cómo se sintío en el proceso de registro y acompañamiento que realizó a este movimiento social?, ¿cómo fue su proceso de acercamiento a la comunidad? y ¿cómo lo recibierón?”
Danilo: “Al principio con un poco de miedo, porque a un hombre que tomaba fotos  en la cima de un  techo lo bajaron a palo y le dañaron la cámara, no tenía documento que lo identificara como reportero gráfico de algún periódico local o nacional.
Cuando sacaba mi cámara veía a los campesinos que me miraba rayado, pero poco a poco fueron cambiando porque yo  compartí con ellos  estaba con ellos, almorcé con ellos,  y conviví. Y nunca guardaba mi cámara, siempre la mostraba para que los campesinos se familiarizara con migo con  mi cámara.”

Frey: “Finalmente, ¿usted cree que el LAB DobleYo debería abordar este tema en sus investigaciones? y ¿cómo cree que el LAB DobleYo puede hacerlo?”
Danilo: “Yo creo que sí, los campesinos tienen derecho a una vida digna. El problema es de todos, porque nos estamos quedando sin territorio, sin tierras, nuestros ríos se están vendiendo a grandes multinacionales  para construir represas. Están desplazando a los campesinos, nos están dañando nuestra flora y fauna y nosotros debemos abordar este tema, nuestra obligación como artistas es ayudar por medio del arte.
Hacer una video instalación con fotos y videos mostrando lo hermoso que es nuestro territorio, nuestros campesinos trabajando la tierra, después las maquinas tumbando árboles, desplazando a los campesinos, cambiando el recorrido de los ríos construyendo represas mostrar el daño ambiental.
Hacer Entrevistas y mostrarlos en video  a los campesinos de esa región  hablando de sus tierras y lo que piensan si se presentara  un evento en donde el gobierno desplaza a los campesinos solo por las tierras. Y por último las fotos de resistencia.”


Textos Danilo Hurtado y Frey Alejandro Español Rairán; fotografìas Danilo Hurtado